martes, 30 de septiembre de 2008

Evidencia #1

Y si te hablo muy de cerca,
como el mar a las rocas,
tendrás que creerme
pues todo el mundo sabe
que a dos centímetros
de unos labios
es imposible mentir.

domingo, 21 de septiembre de 2008

[Todo está en regla]

...
..
.






Las verdades comienzan a escapar
por la salida de emergencia
Y a ti solo se te ocurre pestañear

Manos que juegan al despiste
con ilusiones y servilletas de papel.

Debes saber que tus excesos pesan demasiado
para ser sostenidos por tacones tan finos,
el lavabo anda lleno de barras de labios a medio gastar.

Aprendiste que las caricias
se pueden dar sin dejar huella
a conjugar una ternura de bolsillo
pero no obtuvimos más que la piedad
de corazones baratos.

Nunca nos aclaramos con la parada
en la que debíamos apearnos,
al final acabamos bajando la guardia.

¿Acaso un dócil impulso
no puede ser algo importante?

Las palabras que escribimos sin sentir
comienzan a doler en todos los amaneceres


Regresas a casa con un sueño en tu cabeza
y las manos manchadas de tinta
Pero no hay nadie a quien se lo puedas contar
en tu casa no existe mas presencia
que la de ese espejo roto



así que acabas confesándote de nuevo
ante la pantalla inerte
de un ordenador.

domingo, 7 de septiembre de 2008

. [Acotaciones]

.
...



Los caminos están aún por trazar
en todos los relojes de media noche

las caricias duelen más que los puñales
y todas las palabras son en vano.

No existe nada más allá de las miradas.


Empiezas a sentir una gelidez inexplicable
a la vez que te quemas por dentro.
Frío paradójico dicen,
un cruce de neuronas.
Como cuando te duele el brazo izquierdo
pero lo que realmente está roto es el corazón

El cielo permanece vació y la luz de todas las farolas
es solo un anhelo no atendido por la electricidad.


A veces es mejor ponerse a tiro
y no hacer preguntas.
Si acaso retroceder unos pasos
antes de dar el salto mortal.

Nos confundimos al medir la distancia entre los labios.
La verdad era solo una sobreactuación.

Después de todo siempre fuimos
poco más que desconocidos.








Y aun así dibujaría cruces a lo largo
y lo ancho de todos tus mapas

jueves, 4 de septiembre de 2008

De retrovisores y pies hundidos en el acelerador.


Me gusta conducir los domingos por la tarde. Sin ninguna dirección, conducir por conducir. Me gusta conducir mientras suena Radio 3 y esta luz estival intenta colarse a través de mis gafas de sol. Despegar la “L” esa que tan bien queda en el cristal trasero del coche y ponerlo al límite en esa recta que hay de camino a tu casa, porque ambos sabemos que conducir por conducir siempre me lleva al mismo sitio, tú. Pero antes de llegar es de obligada parada esa cafetería que hay calle abajo. Es un asco, si. Pero necesito al menos de 4 cafés para sobrellevar el día. Solo y sin azúcar. A veces pienso que el café es lo único que me mantiene con vida. Si no fuera por la cafeína mi corazón hace ya tiempo que se habría parado (de hecho a veces se para pero eso es algo de lo que no me gusta hablar). Prisas y desorden. Lo nuestro es como una postal de verano, nunca la esperas pero siempre hace ilusión recibirla. Y el rojo te sienta muy bien y lo sabes. Y a ti te gusta oírlo y lo sé. “Paris no se acaba nunca” reza en la portada de un libro que descansa en la mesita junto a un vaso que de whisky ya solo tiene el olor. Paris no se acabaría nunca pero nosotros ardíamos, ardíamos muy rápido, como la tea, sabiendo que en una abrir y cerrar de ojos nos habríamos de consumir por completo. Sin desayuno, sin diamantes. Las mejores escenas siempre se reservan para el final.

Nunca unos labios supieron tanto a lluvia de otoño.


Las uvas maduras
la piel calada
las hojas cayendo
los niños llorando
el verano moribundo
las nueces en el árbol
la lluvia mojada
el puchero cociendo
las noches al raso
el tiempo cambiando
los barcos de regreso
el buzón rebosando
los sueños despiertos
las maletas por recoger.

Era septiembre,
despues de todo
era septiembre.

Era septiembre
y tu pequeño mundo
esperaba impaciente
cosas por hacer.

lunes, 1 de septiembre de 2008

El principio del fin.


Las agujas del reloj nunca deshacen su camino circular
y tu pensabas que con llegar tarde era suficiente.