miércoles, 20 de enero de 2010

[Regresos]

**



...Y es ahí que acudo de vez en cuando, donde permanecen mis deseos untados de polvo y de lo que una vez hubo de ser mermelada de naranja amarga. Donde los días se agrietan por el temblor que producen las palabras calladas, esas cuyo peso las hace permanecer varadas a orillas de la memoria. Inamovibles.
Nadie dijo que fuera fácil desanudar una cicatriz, condenar a la horca a todos los atardeceres de un otoño ya gastado. Pero por muchas maletas que puedan llenarse con anhelos, no se va de los labios el sabor a ceniza que dejan los asuntos inacabados. Esos que residen en los espacios vacíos entre la vida y el pensamiento, en los recovecos donde la ciudad se une a las puestas de sol, en los trazos de piel intatuables.



No debiera la memoria de hacer prisioneros.